A veces me sucede que cuando recibo una nota de prensa caigo en la tentación y pido probar el equipo. Y es lo que sucedió con este aparato de Muse. Básicamente, es un reproductor de audio de casetes. Ojo: reproductor. No graba sobre cinta y tampoco tiene altavoz. A cambio, sí tiene Bluetooth. Y lo puedes escuchar con tus auriculares inalámbricos. ¿La calidad del sonido? La esperada.
Hubo un tiempo en el que cuando el conductor se bajaba del coche extraía una pieza del salpicadero para evitar que lo robaran y de paso le rompieran una ventanilla. Era el radiocasete. A veces tan sólo se ocultaba bajo el asiento del copiloto. Se alimentaban de casetes, cintas magnéticas capaces de almacenar, grabar y reproducir audios (también se usaban en computación para almacenar grandes cantidades de datos). Entre los años setenta y los noventa, la música en casete fue tan importante que constituyó géneros, entre ellos el de la música de gasolinera.
Para los mayores de cincuenta años, el párrafo anterior puede sobrar, pero las siguientes generaciones vivieron al margen de radiocasetes y de cintas de audio. A los más jóvenes, les das una cinta y un bolígrafo Bic y te mirarán como diciendo: ¿de qué vas? (Nota para los lectores más jóvenes: para ahorrar pilas y a veces para evitar que la cinta se enredara, se utilizaba un Bic introduciéndolo en uno de los engranajes de la casete y se giraba como una carraca para rebobinarla).
No había gasolinera de carretera que no tuviera un expositor de casetes con los éxitos del momento. Pero no se limitaba a eso, ni mucho menos. Las guanteras de los coches iban llenas de cintas de todo tipo de música, las cadenas de música tenían dobles pletinas para poder grabar... Y todo eso se perdió como lágrimas en la lluvia. Bueno, fue menos poético. Simplemente, llegó la música digitalizada, los MP3, los iPods, iTunes, Spotify... Amazon Music, Apple Music... y tanto reproductores como cintas pasaron a mejor vida. Aunque, quien más quien menos, quienes peinamos canas mantenemos una buena colección en casa.
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Al menos, yo tengo un buen montón de cintas, desde cantautores hasta música clásica. Incluso habrá cursos de idiomas. Y, por supuesto, cintas con entrevistas grabadas. Porque las cintas magnéticas no se utilizaron únicamente para grabar, comercializar y reproducir música. Los magnetófonos también grababan. El inconveniente principal es que no había forma de saltarse la secuencialidad: para llegar a un punto tenías que avanzar o retroceder enrollando o desenrollando la cinta magnética. Era un poco rollo, pero era lo que había. Todo un avance.
Pues, para los nostálgicos de las casetes, para los que no pueden vivir sin rebobinar una cinta con un boli Bic ha llegado el Cassette Player M-132 de Muse.
Diseño y experiencia de uso
Tiene un tamaño muy similar a los de antes: 12 centímetros de alto por 10 de ancho y 3,2 de grosor y es algo más ligero: 220 gramos. Llega con un cordón llamativo para llevarlo colgando de la mano. El funcionamiento es tal cual: cuatro teclas para reproducir, avanzar, rebobinar y parar. Se coloca la cinta manualmente, se le da al botón de reproducir y... lo único que escucha es el ruido del arrastre de la cinta.
Los reproductores de casete del siglo pasado llevaban dos cosas que este M-132 no tiene: altavoz y micrófono. Para escuchar algo en este equipo de Muse hacen falta unos auriculares. La buena noticia es que se le pueden emparejar unos cascos Bluetooth. Ahora mismo estoy disfrutando de una cinta de una jovencísima Tracy Chapman fechada en 1988 con unos iPods Pro, y el sonido es totalmente diferente a como escuchamos hoy. Hay que tener en cuenta no sólo la propia tecnología, sino que este reproductor no tiene pretensiones de alta fidelidad. Es lo que es: un guiño a una generación que escuchaba música en movimiento gracias a los walkman, a los radiocasetes. Y también hay que considerar el precio. Y es que 54,90 euros no dan para mucho.
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El precio. Mejor dicho: contener el precio es una de las razones que dan desde la distribuidora de este equipo para no incluir un sistema de grabación, algo íntimamente ligado a las casetes. Se grababa música de casete a casete, de discos a casete, de voz a casete, de radio a casete... Era una de las claves de su éxito. Pero este M-132 carece de micro y de módulo de grabación, únicamente reproduce. Así que, si uno se quiere poner nostálgico e ir a una entrevista para grabarla a la antigua, tendrá que hacerlo con otro modelo.
El sistema de emparejamiento de los auriculares Bluetooth es el habitual: hay que poner los auriculares en modo visible (yo utilicé unos AirPods Pro, así que hay que pulsar el botón trasero de la cuna de carga y transporte) y pulsar el botón Bluetooth del Cassette Player. Empieza a parpadear un pequeño LED azul (se ve bastante poco) y, cuando queda fijo, ya está el emparejamiento hecho.
Además de los cuatro botones antes citados y el de encendido y apagado del BT, en un lateral tiene dos más para el volumen, un puerto de carga USB-C y un conector miniJack para auriculares de cable.
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Autonomía
En lugar de pilas (que es lo que hacía funcionar a los casetes de antes. O la batería del coche en su caso), lleva una batería interna que le da para cinco horas de reproducción. ¿Tan poco? Es lo que pensé yo. Pero inmediatamente, también pensé que funciona con motores para mover la cinta. Y lo mecánico consume más que lo puramente digital.
Lo dicho, para alimentar la nostalgia.