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Por Pilar Bernat
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pbernattelycom4com /7/7/16
jueves 05 de diciembre de 2024, 08:00h

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Me gustaría escribir este artículo sin utilizar palabras que pudieran nacer de un sentimiento personal que me embarga desde hace días y que me asalta hasta en sueños; de ahí que prefiera recurrir a definiciones que de diferentes términos nos ofrece la Real Academia de la Lengua Española, a un poco de historia tecnológica y a algunas citas que los clásicos nos han dejado para la posteridad y que vienen al caso.

Empecemos por el término pervertir, del cual la RAE dice que es: “viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto, etc.” Sigamos por el vocablo relato cuya definición es: “reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político”.

En ambos casos se trata de definiciones objetivas que nos llevan a plantearnos por qué la sociedad española acepta con tanta facilidad o si realmente se está dando cuenta de que conceptos como verdad o transparencia se están pervirtiendo en pro de unos ‘relatos’ (story telling) que sólo nos abocan al denominado ‘campo de distorsión de la realidad’.

El campo de distorsión de la realidad

El concepto de ‘campo de distorsión de la realidad’ se refiere a la capacidad de una persona, especialmente un líder, de convencer a otros de adoptar sus ideas o visiones

El concepto de ‘campo de distorsión de la realidad’ se refiere a la capacidad de una persona, especialmente un líder, de convencer a otros de adoptar sus ideas o visiones, incluso si estas resultan improbables, irracionales o técnicamente inviables. Según los especialistas, bajo la influencia de este ‘fenómeno’, las personas pueden llegar a aceptar ideas o metas poco realistas como si fueran alcanzables.

El origen del término hay que buscarlo en Andy Hertzfeld, un programador miembro del equipo original de Macintosh en Apple, quién utilizó el concepto para describir el efecto que Steve Jobs tenía sobre las personas a su alrededor, ya que Jobs era conocido por su habilidad para inspirar y motivar a su equipo, a menudo empujándolos más allá de lo que ellos mismos creían posible. Y, aunque sus demandas a veces parecían inalcanzables, su visión, insistencia, reiteración y el dominio del relato terminaban logrando resultados inauditos.

Hertzfeld usó el término por primera vez en el libro "Revolution in the Valley: The Insanely Great Story of How the Mac Was Made" (Revolución en el Valle, la loca gran historia de cómo se hizo el Mac); pero también aparece en escritos y entrevistas de otras personas cercanas a Jobs, tal y como ocurre en la biografía oficial escrita por Walter Isaacson, donde se documenta cómo Jobs usaba esta ‘distorsión’ para redefinir lo imposible.

También es verdad que, según Wikipedia, fue Bud Tribble en ‘Apple Computer’ en 1981, quien acuñó el concepto de campo de distorsión de la realidad al describir el carisma del cofundador de la empresa, Steve Jobs, y sus efectos en los desarrolladores que trabajaban en el mencionado proyecto Macintosh. Tribble dijo que el término procedía de Star Trek, donde en el episodio ‘The Menagerie’ se utilizaba para describir cómo los alienígenas creaban su propio nuevo mundo mediante la fuerza mental.

Desinformación: “acción y efecto de desinformar”; “falta de información, ignorancia”. Valga una u otra definición para emisores y receptores que la mientan continuamente y que exigen luchar contra ella, pero luego parecen ser los primeros que, voluntariamente, se sitúan a uno u otro lado de la ecuación.

La distorsión política

El arte de la distorsión de la realidad se ha convertido en un método, ampliamente utilizado por políticos

Es probable que a muchos la ‘herencia de Jobs’ les parezca más grandiosa que deleznable; pero el caso es que, hoy en día, el arte de la distorsión de la realidad se ha convertido en un método, ampliamente utilizado por políticos, líderes o personas que poseen influencia o tienen ‘poder de micrófono’ en sus respectivos ámbitos.

Y es una triste realidad que nuestros gobernantes -unos con estudios y muchos sin ellos- parecen haber hecho un máster en lo que hoy ya es una asignatura de muchas carreras de gestión en los EE.UU. y vemos cómo tienen sobre muchos ciudadanos -que parecen carecer de la virtud de discernir- esa oscura capacidad de alteración del pensamiento, que el fundador de Apple dejó para la historia. Bien es verdad que para muchos de esos zombis, palmeros, o groupies cabe aplicar el refranero y se escudan bajo la expresión “llámame tonto, pero dame pan”. Para constatarlo, no hay más que poner los informativos.

El manoseo del bulo

"Nuestros políticos han conseguido manosearlo y tergiversarlo hasta convertir el término en un arma altamente peligrosa"

Yendo al fondo de la cuestión, vemos que esta perversión social se ha llevado al límite en España (tristemente también fuera) y si la RAE afirma que un ‘bulo’ es una “noticia falsa propalada con algún fin”; (mentira, engaño, embuste, patraña, habladuría, camelo, infundio, bola, trola, cuento, paparrucha, chisme, rumor, voz, hablilla, filfa), nuestros políticos han conseguido manosearlo y tergiversarlo hasta convertir el término en un arma altamente peligrosa que utilizan bien para descalificar todo lo que dice cualquiera que a ellos no les conviene (con la esperanza de que sus incondicionales les crean y lo repitan), bien para inventar algo que permita distraer la atención general de temas que pudieran resultar perjudiciales para sus intereses.

Turno para la desinformación

Y entonces se cae en el último de los términos que queremos analizar hoy: la ‘desinformación’, y que la RAE define como “acción y efecto de desinformar”; “falta de información, ignorancia”. Valga una u otra definición para emisores y receptores que la mientan continuamente y que exigen luchar contra ella, pero luego parecen ser los primeros que, voluntariamente, se sitúan a uno u otro lado de la ecuación.

Había una máxima latina que decía ‘falsus in uno falsus in omnibus’ o lo que es lo mismo, “quien miente en una cosa, faltará a la verdad en todas”. A lo que me gustaría añadir una frase de Tirso de Molina, escrita en su obra ‘El celoso prudente’: “No hay cosa más provechosa que un discreto mentir”.

Sin embargo, mi favorita es de ‘Cartas a su hijo’ de Lord Chesterfield, quien señalaba a su primogénito: “Observa que los más tontos son los que más mienten”.

¿Qué fue de la objetividad?

Y es que, cuando políticos, periodistas, juristas, gobernantes, personajes públicos, etc. caen en todo lo anteriormente escrito, no hay lucha contra la desinformación que valga, estado de derecho que se sustente, ni sociedad que pueda convivir en paz.

Yo intentaré seguir luchando por la verdad y denostar a todos aquellos que de la desinformación hacen bandera y herramienta

Todos los días oigo aquello de “yo prefiero no leer las noticias ni ver los informativos porque me amargo”; y yo les recordaría a esas persona lo que Sir Horace Walpole, conde de Orford, escribió a Lady Ossory: “He descubierto que todavía hay esperanza de que el mundo se corrija. No he oído ni una mentira en cuatro días. Pero es que, en realidad, he preferido no oír nada”.

Yo intentaré seguir luchando por la verdad y denostar a todos aquellos que de la desinformación hacen bandera y herramienta. Pero ya se sabe que, “si un hombre es lo bastante pobre de imaginación para verse obligado a aportar pruebas en apoyo de una mentira, mejor hará en decir la verdad sin rodeos”, Oscar Wilde dixit.

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