Sin embargo, este fenómeno genera una pregunta ¿estamos ante una estrategia de AI washing, como ocurrió hace unos años con el greenwashing en el ámbito de la sostenibilidad? Las empresas se apresuran a etiquetar sus productos con el término "IA", pero ¿es siempre este uso relevante o solo una táctica de marketing vacía?
El uso de la inteligencia artificial no es nuevo. Desde sus primeros desarrollos en la década de los 50 (Alan Turing publicó ‘Computing Machinery and Intelligence’ en 1956 como una primera aproximación a la base teórica de la inteligencia artificial), ha sido un campo en constante evolución. Sin embargo, en las últimas décadas hemos pasado por distintas fases de su desarrollo. La primera era de la IA estaba centrada en resolver problemas lógicos y matemáticos, con un enfoque que podríamos denominar como "IA simbólica".
A finales del siglo XX y principios del XXI, la segunda fase, basada en el aprendizaje automático y la IA generativa, permitió avances en campos como la visión artificial, la traducción automática y, más recientemente, la creación de contenido. Pero hoy nos enfrentamos a una nueva etapa en la que la inteligencia artificial no solo es capaz de generar contenido, sino también de predecir, automatizar y ejecutar tareas que antes parecían reservadas para el intelecto humano.
Muchas empresas están utilizando la etiqueta de "IA" de manera superficial
El problema radica en que muchas empresas están utilizando la etiqueta de "IA" de manera superficial. Es innegable que algunos productos impulsados por inteligencia artificial realmente han mejorado la eficiencia, la personalización y la experiencia del usuario. Desde asistentes virtuales que facilitan la vida diaria, hasta sistemas predictivos que optimizan la logística o la atención médica, la IA ha demostrado su capacidad de liberar a las personas de tareas repetitivas y tediosas. Sin embargo, también es cierto que, en muchos casos, se ha convertido en una palabra de moda más que en una herramienta útil.
El paralelismo con el greenwashing: ¿solo una etiqueta de moda?
El greenwashing surgió cuando muchas empresas comenzaron a presentar sus productos como "ecológicos" o "verdes" sin que realmente cumplieran con estándares medioambientales claros. El objetivo era claro: atraer a un público preocupado por el impacto ecológico, aunque el compromiso de la empresa con la sostenibilidad fuera mínimo o inexistente. En ese sentido, es inevitable trazar un paralelismo con lo que está ocurriendo ahora con la inteligencia artificial.
Muchas empresas añaden el término "IA" a sus productos sin que estos realmente ofrezcan una mejora sustancial gracias a esta tecnología. Ya sea un nuevo asistente virtual, un smartphone, unos auriculares, un reloj o una herramienta de análisis de datos, el marketing se centra en la "inteligencia artificial" como el factor diferenciador, aunque la integración de esta tecnología sea limitada o, en muchos casos, inexistente.
A diario nos encontramos con productos que, al leer la letra pequeña, tienen poca o ninguna relación con la IA, más allá de algún componente básico de automatización, análisis de datos, que simplemente permite hacer alguna acción mínima en la edición de fotografía o directamente que dan acceso al uso de un asistente virtual.
El peligro del AI-washing
La realidad es que no todas las empresas que utilizan la IA lo hacen con la intención de mejorar la vida de sus usuarios. Para muchas, la inteligencia artificial se ha convertido en un simple eslogan publicitario, lo que genera una brecha entre lo que se promete y lo que realmente se ofrece. Este "AI washing" crea una falsa percepción de progreso y erosiona la confianza de los consumidores.
En lugar de centrarse en soluciones útiles y prácticas, muchas empresas se enfocan en sacar provecho del "hype"
El peligro es que este abuso del término desvíe la atención de los verdaderos avances que la IA puede aportar. En lugar de centrarse en soluciones útiles y prácticas, muchas empresas se enfocan en sacar provecho del "hype" de la inteligencia artificial sin ofrecer mejoras tangibles. Esto, al igual que ocurrió con el greenwashing, puede tener consecuencias negativas a largo plazo, tanto para la imagen de la empresa como para la evolución de la tecnología.
La tercera fase de la IA: un cambio de paradigma real
A pesar de este uso excesivo del término, es importante reconocer que la inteligencia artificial sí ha evolucionado significativamente en los últimos años. Estamos entrando en una tercera fase del desarrollo de la IA, donde la capacidad de generar contenido (IA generativa) se está combinando con la IA predictiva, lo que está permitiendo la creación de "robots digitales" que pueden ejecutar acciones de forma autónoma y liberar a las personas de tareas repetitivas.
Es aquí donde la IA tiene el verdadero potencial de transformar industrias. La automatización inteligente, impulsada por estas nuevas capacidades, permite a las empresas reducir la carga operativa de los trabajadores, optimizar procesos y mejorar la experiencia del cliente. El problema no es la tecnología en sí, sino cómo se está utilizando —y vendiendo— a los consumidores.
Responsabilidad, también en el marketing
Es innegable que la inteligencia artificial está llamada a ser una de las tecnologías más transformadoras del siglo XXI. Sin embargo, para que su impacto sea realmente positivo, debe usarse de manera responsable y enfocada en crear valor real para los usuarios.
Para que la inteligencia artificial cumpla su promesa de mejorar el mundo, las empresas deben ser transparentes y responsables en su uso
No se trata de llenar el mercado con productos "impulsados por IA", sino de desarrollar soluciones que realmente liberen a las personas de tareas repetitivas y mejoren la calidad de vida. Para que la inteligencia artificial cumpla su promesa de mejorar el mundo, las empresas deben ser transparentes y responsables en su uso.
El desafío ahora es que las empresas tecnológicas adopten este enfoque y utilicen la IA no solo como una estrategia de marketing, sino como una herramienta real para mejorar la vida de las personas. Solo así podremos evitar que esta nueva revolución tecnológica se convierta en una burbuja, como ocurrió con el greenwashing. La era del AI washing debe terminar.