Las comunicaciones móviles han evolucionado desde un servicio complementario en sus inicios, hasta una tecnología que ha cambiado hábitos y usos. La repercusión desde la perspectiva del impacto social ha llegado a igualar e incluso superar las expectativas depositadas en el negocio.

Buscando cierto paralelismo con otros sectores nos encontramos con Internet, donde dicho impacto social es equiparable al del móvil, aunque no la celeridad en crecimiento y asentamiento. Mientras el negocio móvil presenta cifras de suscriptores que en muchos países supera a la propia población, Internet continúa aún su avance adoptando como base de clientes el número de hogares. Por otro lado, los negocios y las rentabilidades no han evolucionado de forma paralela en Internet y en el móvil. Las cuentas de resultados de los operadores móviles basadas en el negocio tradicional de la voz presentan volúmenes y EBITDA’s que están fagocitando el aún más tradicional negocio de la telefonía fija. Sin embargo aún persiste la sensación de burbuja tecnológica en Internet. Si observamos los intentos de evolución del negocio, en Internet se están dando saltos cualitativos y cuantitativos en torno a los universos de Google, las comunidades de Myspace, los vídeos de Youtube y la tecnología sustitutiva de Skype. En cierto modo, ahora se puede afirmar que es un terreno abonado para las buenas ideas de negocio, diferenciándose de lo existente hasta el momento. El mercado del móvil parece estancado en el negocio tradicional de la voz, dado la persistencia de los márgenes de explotación. De hecho, se pretende llevar Internet al móvil o establecer estrategias de convergencia (triple/cuádruple play), en las que el negocio móvil actúa como mero pulmón financiero. Es decir, la relevancia de éste no se ajusta a su éxito: rápido crecimiento, gran aceptación, excelentes beneficios y alta tecnología aplicada. Desde aquí surgen varias preguntas relativas a las nuevas generaciones de redes móviles y su eficiencia desde la perspectiva del negocio. Los servicios de datos no acaban de despegar para WAP, mensajería multimedia o la videollamada, independientemente de la portadora. Otra duda surge en torno a la velocidad y ancho de banda, que pueden condicionar la aceptación de los servicios, aunque realmente dicha aceptación se condiciona simplemente por el propio servicio. ¿Está entonces el móvil condenado al negocio de la voz y las prestaciones de valores añadidos residuales? La respuesta obvia es no. No hay más que observar el caso del SMS, que responde claramente al concepto móvil: mensajes cortos con un número reducido de pulsaciones, visualizables en una pantalla reducida. Es incómodo llevar una gran pantalla cuando te estás moviendo, por lo que el contenido no tiene porqué ser grande. Además, cuando te estás moviendo, el mensaje que quieres enviar suele ser concreto y conciso, sin grandes alardes. De este modo, el problema en la evolución de los servicios de valor añadido no está en el dimensionamiento de la red o en la capacidad tecnológica del terminal, sino en el formato de los mismos. Las tendencias actuales de convergencia persiguen dos objetivos que se asemejan a principios básicos de química: mezclar varios elementos para intentar obtener un compuesto nuevo y mejor, y consolidar distintos elementos en otros de menor volumen e igual valor energético. En este sentido, las conclusiones no diferirán de procesos similares ocurridos en otros sectores industriales. El futuro puede presentar sorpresas cuando la localización, la cartografía o las comunidades se integren en el móvil desde entornos ya probados como Internet o los dispositivos GPS. Otra idea recurrente, la interactividad, cobrará mucho sentido cuando el contenido por el que se pueda interactuar resulte de interés para un usuario en movimiento. Igualmente las sinergias podrán derivar en revoluciones de las tarifas que generen nuevos movimientos turbulentos de clientes y reorganizaciones del sector. Quizás el futuro del móvil pase por incorporar nuevos actores de gran tamaño entre los operadores de red y el usuario final, de igual forma que Microsoft y Google se sitúan entre los proveedores de acceso a Internet y el cliente. Quizás el primer eslabón para esa intermediación sea el de los OMV’s.