En un momento en que la Constitución Española, al igual que muchas otras en el mundo, está cuestionando su eficacia y pide a gritos una revisión, no son pocas las voces que se levantan y reclaman que los grupos parlamentarios se pongan a trabajar y adapten la Carta Magna a la realidad de una sociedad que vive inmersa en la red, que se ve controlada por las potencias digitales y que pierde la capacidad de gestionar su vida ante el avance imparable de máquinas y plataformas inteligentes que modifican nuestros hábitos y son capaces de elaborar predicciones (Big Data) que conlleven movimientos interesados o injerencias en el devenir de los pueblos.
El actual Ministro de Energía, Turismo y Agencia Digital, Álvaro Nadal, hablaba el pasado año de la necesidad de “convertir en digital” la actual “Constitución analógica”
La web de estadísticas en tiempo real Worldometers.info asegura que ya hay casi 4.000 millones de usuarios de Internet en todo el mundo. En un solo día, se llegan a mandar más de 200.000 millones de correos electrónicos, se publican casi 600 millones de tweets y se realizan alrededor de 5.000 millones de búsquedas en Google. Estos datos crecen por segundos y las cifras suben día tras día. El antiguo CEO de Google, Eric Schmidt, afirmó en 2011 que la Humanidad había creado hasta 2003 una cantidad equivalente a 5 Exabytes y ahora esta cifra se genera en 2 días. En 2017 el tráfico IP cursado por las redes de telecomunicaciones aumentó un 26,7% respecto a 2016, hasta los 121,7 exabytes/mes. Y según el informe de la Sociedad Digital de Telefónica, se espera que en cuatro años esa cifra se multiplique por tres, con una tasa de crecimiento anual del 24%.
Grandes corporaciones como Google, Facebook o Amazon son el claro ejemplo de este cambio de paradigma.
Por este motivo, hemos observado – sin ser muy conscientes de ello- cómo se ha producido una transformación de la sociedad de Internet a la sociedad de datos. El experto en Innovación y Big Data y fundador de Datafloq, Mark van Rijmenam, explicaba en su artículo ‘Por qué la Organización del mañana es una organización de datos’ cómo el funcionamiento de las empresas está cambiando completamente y han pasado a ser, básicamente, compañías de datos. Grandes corporaciones como Google, Facebook o Amazon son el claro ejemplo de este cambio de paradigma. “Los bancos no debería verse como una institución financiera, sino como una compañía de datos que permite a las personas almacenar dinero y realizar transacciones de manera segura” pone como ejemplo van Rijmenam. Y esto cabría llevarlo a prácticamente todos los ámbitos de la vida. La democracia en sí misma podría modificar, ya, sus usos y costumbres; ya que el hecho de ir físicamente a votar y depositar una papeleta en una urna, no deja de ser una idea romántica o una imagen que transmitir a la sociedad.
Políticas equilibradas
La transformación digital ha llegado y los cambios tienen lugar a una altísima velocidad. No hay ni habrá pilar de la sociedad ni área de influencia que no se vea afectada por la revolución 4.0. Así, la tiranía de los datos supone un gran desafío, hasta el punto de borrar las fronteras geográficas y crear comunidades en las que conviven millones de personas plurinacionales cuya libertad de elección se ve claramente dirigida y limitada. El ámbito digital está demandando la definición formal una serie de normas y valores. El paso precipitado de la sociedad de Internet a la sociedad de datos puede convertirse en una gran amenaza si no se establecen políticas equilibradas y se implantan nuevas herramientas que puedan explotar adecuadamente todos sus beneficios.
El actual Ministro de Energía, Turismo y Agencia Digital, Álvaro Nadal, hablaba el pasado año de la necesidad de “convertir en digital” la actual “Constitución analógica” y creía necesario complementar la Constitución española de 1978 con los “principios y derechos fundamentales del ciudadano en el mundo digital”. Nadal señalaba también los ámbitos más críticos que se deben regular en el ámbito digital y destacaba la libertad de expresión, la privacidad, la protección de datos, los derechos de los consumidores o la protección a menores de edad.
El ministro también dejó claro que para la concreción de esos derechos y para determinar la forma jurídica que deben adoptar es necesario el consenso político y la coordinación de los países miembros de la Unión Europea. Es cierto que el eurogrupo ya trabaja en la revolución digital europea a través de la Agenda Digital y el Gobierno ya cuenta con el grupo de Trabajo sobre los Derechos Digitales que se creó en marzo de 2017. Pero, ¿cuándo se van a materializar esos derechos? ¿Se está trabajando en ello al mismo ritmo que avanza la transformación digital?
Incluso los consejos de ministros se podrían celebrar de forma semipresencial mediante realidad virtual. ¿Por qué no?
Una reflexión sobre Cataluña
El fenómeno de que en Cataluña haya quien pretenda que la Comunidad esté teledirigida y que se gestione a través de medios telemáticos desde un punto cualquiera del globo choca frontalmente con nuestros hábitos, costumbres y legislación; pero deja una cuestión en el aire, ya que cualquier estado, hoy, podría estar dirigido por presidentes y ministros que sin tener en cuenta su condición de nacimiento, lengua, raza o religión demuestren al pueblo soberano su capacidad y cualificación para ejercer un cargo determinado. No habría que conformarse con lo que tenemos sino aspirar a lo que podríamos alcanzar: catedráticos, Nobeles, los más grandes empresarios. Incluso los consejos de ministros se podrían celebrar de forma semipresencial mediante realidad virtual. ¿Por qué no?
Es evidente que el blockchain, de evolucionar debidamente, acabará con profesiones como la notaría, los registradores, los procuradores o una gran parte de los funcionarios y de los bancarios. Que la inteligencia artificial dará al traste con gestores, analistas tradicionales e incluso periodistas. Que la mano de obra se va a robotizar. Que la riqueza se va por los sumideros de la Red dando lugar a grandes super e-potencia que nos vigilan y controlan…
Hay que pasar de la reflexión a la acción; es hora de tomar las riendas, de legislar y de preparar a la sociedad; es hora de aprovechar la coyuntura y enfrentarse a la que debe ser nuestra ‘Constitución digital’.