En las últimas semanas, la migración masiva de usuarios de X (antes Twitter) hacia plataformas alternativas como BlueSky ha encendido un intenso debate sobre el futuro de la libertad de expresión en las redes sociales.
Este éxodo es un fiel reflejo de la desafección generalizada hacia la dirección que Elon Musk ha impuesto en X, especialmente a raíz de la campaña electoral en Estados Unidos, pero también a una preocupación creciente por cómo se gestiona la desinformación y el discurso público en estas plataformas. Sin embargo, ¿es abandonar X la solución para combatir estos problemas o simplemente una rendición prematura en la lucha por la verdad y la información?
El éxodo digital, un síntoma de descontento
Desde que Elon Musk adquirió Twitter, las decisiones de la plataforma han estado marcadas por la polémica. Cambios en las políticas de moderación, ajustes en los algoritmos que parecen amplificar ciertos discursos políticos y la reinstauración de cuentas previamente suspendidas por incitación al odio o desinformación han hecho que una parte considerable de los usuarios busque refugio en otras redes sociales: primero fue Mastodon y ahora le llega el turno a BlueSky.
"X ya no cumple con los estándares de un espacio democrático y seguro para la conversación"
Este éxodo incluye a usuarios comunes, pero también a periodistas, académicos y activistas que consideran que X ya no cumple con los estándares de un espacio democrático y seguro para la conversación.
BlueSky, por su parte, ha emergido como un oasis para aquellos que buscan una experiencia más controlada y menos propensa a la toxicidad. Sin embargo, esta migración plantea una pregunta crucial: ¿es sensato abandonar un espacio con problemas estructurales en lugar de intentar reformarlo desde dentro?
La responsabilidad del periodismo frente a la desinformación
La prensa y el periodismo desempeñan un papel fundamental en la lucha contra la desinformación. Las redes sociales, incluidas X y BlueSky, son los nuevos campos de batalla donde se libra esta batalla, y su importancia radica en que aquí es donde la desinformación prolifera con mayor rapidez.
En las últimas semanas hemos podido ver como grandes medios de comunicación como todos los perfiles de The Guardian en Reino Unido y el perfil principal de La Vanguardia en España han anunciado que abandonan la plataforma, un acto de protesta legítimo, pero que también conlleva el riesgo de dejar sin vigilancia un espacio crítico para la información pública, sobre todo si tenemos en cuenta que 1 de cada 4 españoles tiene cuenta en Twitter.
"La presencia de periodistas en plataformas como X es crucial porque permite monitorizar, desmentir y contextualizar afirmaciones engañosas en tiempo real"
Históricamente, el periodismo ha demostrado su capacidad para contrarrestar narrativas falsas en los entornos más hostiles. La presencia de periodistas en plataformas como X es crucial porque permite monitorizar, desmentir y contextualizar afirmaciones engañosas en tiempo real, directamente en el mismo espacio donde se originan, de ahí el éxito que tiene también las ‘Notas de la comunidad’.
Si los actores más comprometidos con la verdad se retiran, el terreno queda abierto para que la desinformación se normalice y, peor aún, para que se perciba como incuestionable.
Elon Musk y la amplificación del discurso político
Bajo el liderazgo de Elon Musk, X ha sido objeto de críticas por cómo ha permitido que ciertas voces políticas obtengan un altavoz desproporcionado, un ejemplo claro es el de Trump.
El multimillonario fundador de otras compañías como Tesla o SpaceX no oculta sus propias inclinaciones ideológicas y utiliza de manera constante la plataforma como una herramienta para moldear la conversación pública a su favor, lo que ha generado una percepción de parcialidad que contrasta con la neutralidad que una red social de esta envergadura debería garantizar.
La reinstauración de cuentas previamente vetadas y la decisión de eliminar etiquetas que verificaban información han erosionado la confianza en X como un espacio fiable para el discurso público. Sin embargo, en lugar de abandonar la plataforma, el periodismo debería utilizar estas mismas herramientas para destacar sus limitaciones, exigir responsabilidad y promover un debate más equilibrado.
BlueSky: ¿la solución o una burbuja más?
Si bien BlueSky promete un ambiente menos tóxico, en parte por el reducido número de usuarios que aún posee, su naturaleza limitada plantea interrogantes sobre su capacidad para convertirse en un espacio verdaderamente representativo del debate público. El riesgo de que se convierta en una "burbuja" ideológica donde solo interactúan personas con puntos de vista similares es real. Las plataformas más pequeñas pueden facilitar un diálogo más civilizado, pero también corren el peligro de aislarse de las dinámicas más amplias que moldean el discurso global.
El debate sobre la libertad de expresión no puede abordarse de manera efectiva desde la fragmentación. Al contrario, requiere una presencia activa en los espacios más complicados, donde la desinformación tiene mayor impacto. Esto no implica respaldar las decisiones de Musk o legitimar prácticas problemáticas, sino aprovechar la influencia del periodismo para cuestionarlas y mitigarlas.
La batalla no está perdida
Si bien es comprensible la frustración de muchos usuarios, incluidos periodistas, ante las políticas de la plataforma, la retirada masiva solo fortalece a aquellos que se benefician de un ecosistema menos plural.
La batalla por la libertad de expresión y contra la desinformación no puede ganarse desde la distancia, sino desde el compromiso directo y constante. En última instancia, el verdadero desafío radica en cómo las comunidades pueden exigir más responsabilidad a las plataformas que moldean el discurso público.
"Las redes sociales son el terreno donde se define la narrativa global, y abandonar ese espacio es renunciar a la oportunidad de influir en él"
Esto incluye promover la transparencia en los algoritmos, exigir políticas de moderación más coherentes y garantizar que todos los usuarios, independientemente de su ideología, tengan acceso a un espacio equitativo para expresarse.
La huida hacia BlueSky puede ser un alivio temporal, pero no aborda las raíces del problema. Las redes sociales son el terreno donde se define la narrativa global, y abandonar ese espacio es renunciar a la oportunidad de influir en él. En lugar de replegarse, el periodismo y las instituciones comprometidas con la verdad deben redoblar esfuerzos para estar presentes allí donde más se les necesita.
El futuro de la libertad de expresión depende de nuestra capacidad colectiva para defenderla, incluso en los entornos más hostiles. Si los defensores de la verdad se retiran, solo queda la voz de aquellos que buscan distorsionar la realidad. En un mundo donde la información es poder, la batalla por X sigue siendo una batalla por todos nosotros.