Bruselas ha vuelto a abrir el debate sobre la integración del mercado único de telecomunicaciones con la publicación del Libro Blanco “Cómo dominar las necesidades de infraestructura digital de Europa”. Entre sus líneas estratégicas, el documento sugiere facilitar la consolidación transfronteriza entre grandes operadores para lograr economías de escala. Sin embargo, la respuesta del tejido empresarial alternativo no se ha hecho esperar.
La European Local Fibre Alliance (ELFA), que agrupa a unos 800 operadores de telecomunicaciones locales y regionales de la UE —incluida la patronal española Aotec—, ha expresado un rechazo frontal a cualquier iniciativa que promueva este tipo de concentraciones mediante incentivos políticos. Para estas compañías, la diversidad en la propiedad y el modelo descentralizado del sector son fortalezas, no obstáculos.
Los firmantes del manifiesto niegan que Europa se enfrente a un déficit estructural respecto a otros mercados como el estadounidense. Al contrario, citan estudios de organismos internacionales como la UIT o la OCDE para argumentar que el coste medio de la banda ancha, tanto fija como móvil, es inferior en la Unión Europea y que el despliegue de redes de fibra óptica supera al de muchas economías comparables.
“La narrativa de que Europa debe consolidar su mercado para alcanzar a Estados Unidos no se sostiene con datos”
“La narrativa de que Europa debe consolidar su mercado para alcanzar a Estados Unidos no se sostiene con datos”, señalan desde la organización. A su juicio, las estructuras nacionales fragmentadas han propiciado una competencia saludable que ha beneficiado al consumidor tanto en precio como en calidad del servicio. En este sentido, advierten que reducir el número de operadores implicaría frenar la inversión y disminuir el dinamismo del ecosistema digital europeo.
Uno de los argumentos centrales de ELFA es el peso real que tienen los operadores alternativos en el desarrollo de la conectividad europea. Según sus cifras, más de la mitad del despliegue de redes de fibra en zonas urbanas y rurales están ejecutados por este tipo de empresas, que operan con arraigo territorial y conocimiento del entorno.
Este modelo, además de ser más ágil en términos de despliegue, -siempre según ellos- ha permitido establecer una relación de confianza directa con los usuarios. Para los miembros de ELFA, esa cercanía es clave en un entorno de transformación digital y amenazas constantes: fortalece la adopción de servicios y refuerza la capacidad de respuesta frente a fallos o ataques.
“La resiliencia no se improvisa, se construye desde la diversidad y la proximidad”, sostienen, destacando que una red distribuida, con múltiples nodos de gestión, es más capaz de resistir situaciones críticas que un modelo altamente centralizado.
Más allá del rechazo a la consolidación forzada, los operadores reclaman estabilidad regulatoria. Consideran imprescindible un entorno legal claro que ofrezca seguridad a quienes invierten en el despliegue de redes y servicios. Subrayan que cualquier modificación sustancial del mercado debería debatirse dentro de los marcos nacionales y europeos vigentes en materia de competencia.
"Las fusiones impuestas por motivos políticos ignoran la diversidad de realidades nacionales y desincentivan la inversión local”
Tampoco escapan a los desafíos de escala. Reconocen que las exigencias normativas y tecnológicas actuales requieren de capital y capacidad de actualización constante. Pero advierten que ese crecimiento debe surgir del mercado y no de intervenciones exógenas: “Las fusiones impuestas por motivos políticos ignoran la diversidad de realidades nacionales y desincentivan la inversión local”.
La digitalización europea, concluyen desde ELFA, necesita de redes modernas, sí, pero también de confianza. Y esa confianza, dicen, se cultiva más fácilmente cuando el proveedor está vinculado a la comunidad, no sólo por proximidad geográfica, sino por una visión compartida del servicio público que representa la conectividad.
Los operadores alternativos piden así ser escuchados en un momento en que las grandes decisiones del sector parecen orientarse desde Bruselas hacia modelos de concentración. Su mensaje es claro: la pluralidad de actores no es una debilidad del mercado europeo, sino una de sus mayores fortalezas.