La economía de la inteligencia artificial sigue siendo un enigma. El economista del MIT y ganador del Premio Nobel de Economía 2024, Daron Acemoglu, defiende que a pesar de las grandes inversiones en IA, su verdadero impacto en el crecimiento y el empleo sigue siendo incierto.
La inteligencia artificial (IA) ha sido objeto de intensos debates, especialmente en lo que respecta a su impacto económico, un aspecto que aún se mantiene en la incertidumbre. A pesar de las enormes inversiones dirigidas hacia esta tecnología, la claridad sobre sus resultados futuros sigue siendo escasa.
En este contexto, el economista Daron Acemoglu, galardonado con el Premio Nobel y profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha centrado gran parte de su trabajo en analizar cómo la IA influye en la sociedad. Su investigación abarca desde la adopción masiva de innovaciones hasta estudios empíricos sobre el impacto de los robots en el empleo.
Dada la importancia del crecimiento derivado de la innovación tecnológica, Acemoglu ha publicado múltiples trabajos sobre la economía de la IA en los últimos meses. “¿De dónde surgirán las nuevas tareas para los humanos con la IA generativa?”, plantea Acemoglu. “No creo que lo sepamos aún, y ese es precisamente el problema. ¿Cuáles son las aplicaciones que realmente cambiarán nuestra forma de trabajar?”, apunta.
Acemoglu estima que durante la próxima década, la IA producirá un “modesto incremento” del PIB entre un 1,1% y un 1,6%
Desde 1947, el crecimiento del PIB estadounidense ha promediado alrededor del 3% anual, mientras que el crecimiento de la productividad se sitúa cerca del 2%. Algunas proyecciones sugieren que la IA podría duplicar este crecimiento o al menos generar una trayectoria superior a la habitual. Sin embargo, en su artículo titulado La Macroeconomía Simple de la IA, publicado en agosto en Economic Policy, Acemoglu estima que durante la próxima década, la IA producirá un “modesto incremento” del PIB entre un 1,1% y un 1,6%, con una ganancia anual aproximada del 0,05% en productividad.
Este análisis se basa en estimaciones recientes sobre cuántos empleos podrían verse afectados por la IA. Un estudio realizado por OpenAI y otras instituciones indica que aproximadamente el 20% de las tareas laborales en EE.UU. podrían estar expuestas a capacidades impulsadas por IA, y otro estudio prevé que alrededor del 23% de las tareas relacionadas con visión por computadora podrían automatizarse de manera rentable dentro de los próximos diez años.
A medida que se realizan estas estimaciones, se agudizan nuestras intuiciones sobre la IA. Muchos pronósticos han descrito su potencial revolucionario; sin embargo, otros análisis adoptan una postura más cautelosa. El trabajo de Acemoglu nos ayuda a entender qué cambios podríamos esperar realmente. “Si miramos hacia 2030”, reflexiona Acemoglu, “¿qué tan diferente crees que será la economía estadounidense debido a la IA? Podrías ser un optimista total y pensar que millones perderán sus empleos debido a los chatbots o que algunas personas se convertirán en trabajadores superproductivos gracias a esta tecnología. No creo eso; pienso que muchas empresas seguirán haciendo más o menos lo mismo”, afirma.
Acemoglu también destaca una preocupación crucial: si la IA servirá para aumentar la productividad laboral o si estará orientada a replicar inteligencia general con el fin de reemplazar empleos humanos. Este dilema es fundamental para entender cómo se está desarrollando actualmente esta tecnología.
"La estamos utilizando demasiado para automatizar procesos y no lo suficiente para proporcionar información y experiencia a los trabajadores”
“Mi argumento es que estamos tomando una dirección equivocada con respecto a la IA”, sostiene Acemoglu. “La estamos utilizando demasiado para automatizar procesos y no lo suficiente para proporcionar información y experiencia a los trabajadores”. En su reciente libro “Power and Progress”, junto a Johnson, abordan esta problemática desde una perspectiva crítica: ¿quién se beneficia realmente del crecimiento económico generado por estas innovaciones tecnológicas?
A medida que se discuten estos temas contemporáneos sobre AI, Acemoglu recuerda lecciones históricas relevantes: “Las tecnologías suelen diseñarse para reemplazar trabajadores”, señala al referirse a otro trabajo reciente donde analizan cómo durante la Revolución Industrial británica los beneficios tecnológicos no llegaron automáticamente a todos los sectores sociales.
Finalmente, Acemoglu enfatiza que si bien puede parecer ideal acelerar el ritmo de innovación tecnológica para fomentar el crecimiento económico rápidamente, existe un argumento sólido para adoptar un enfoque más cauteloso: “Un crecimiento rápido puede llevarnos a adoptar tecnologías problemáticas antes de resolver sus inconvenientes”. Así concluye su análisis sobre un futuro donde tanto reguladores como empresas deben reflexionar cuidadosamente sobre cómo integrar estas poderosas herramientas en nuestro tejido social y laboral.