Este tipo de violencia afecta de manera desproporcionada a las mujeres, exponiéndolas a una serie de abusos como acoso, amenazas, invasión de la privacidad y desinformación. A medida que el uso de la tecnología se expande y se convierte en una parte integral de la vida cotidiana, la violencia digital plantea nuevos desafíos para la seguridad y la igualdad de género en el espacio digital.
Casi el 60% de las personas encuestadas a nivel internacional han experimentado al menos una forma de daño online
Según un amplio estudio elaborado por el Centre for International Governance Innovation, casi el 60% de las personas encuestadas a nivel internacional han experimentado al menos una forma de daño online. Además, cerca del 50% de las personas encuestadas aseguran que un hombre es el perpetrador de su incidente de violencia digital más grave, una cifra que sube hasta el 57,7% si nos limitamos a las respuestas de las mujeres.
A pesar de ello, 4 de cada 10 personas no ha buscado ayuda tras sufrir violencia online, ni siquiera con amigos o familiares y apenas 1 de cada 10 ha acudido a plataformas de redes sociales, servicios gubernamentales u organizaciones civiles para pedir apoyo.
La violencia digital comprende una variedad de comportamientos agresivos facilitados por la tecnología. Este tipo de violencia puede incluir el ciberacoso, el acoso sexual en línea, la difusión no consensuada de imágenes íntimas, el doxxing (revelación de información personal sin consentimiento) y la vigilancia digital, entre otros. Estas prácticas buscan intimidar, silenciar o controlar a las víctimas, y afectan de manera desproporcionada a las mujeres en comparación con los hombres.
Las mujeres que participan activamente en redes sociales o en espacios públicos digitales a menudo se convierten en objetivos de estos ataques. De acuerdo con el informe ‘Supporting Safer Digital Spaces’ elaborado por el Centre for International Governance Innovation, este tipo de violencia no solo afecta al bienestar emocional y psicológico, sino que también limita su participación en el debate público y en plataformas de comunicación, erosionando así su libertad de expresión y su derecho a una presencia segura en línea.
El acoso y otras formas de violencia digital pueden tener un impacto profundo en la salud mental y el bienestar de las mujeres. Muchas víctimas reportan sentir ansiedad, depresión e inseguridad, lo cual se agrava cuando los abusos incluyen amenazas de violencia física o sexual. La exposición continua a ataques en línea también afecta la autoestima y puede llevar al aislamiento social, ya que algunas mujeres optan por limitar o eliminar su presencia en las redes para protegerse.
Además, la violencia digital tiene repercusiones en el ámbito laboral y académico. Las mujeres que son víctimas de acoso digital pueden experimentar dificultades para concentrarse en sus estudios o trabajo, y el temor a la exposición pública o al desprestigio puede limitar sus oportunidades de crecimiento profesional. En algunos casos, incluso afecta la toma de decisiones sobre proyectos o actividades que podrían exponerlas a una mayor visibilidad en línea.
La facilidad de acceso a información personal en internet facilita prácticas como el doxxing y el seguimiento no consentido
El avance de la tecnología ha facilitado nuevas formas de acoso y abuso en el entorno digital. Las redes sociales, las aplicaciones de mensajería y las plataformas de colaboración permiten a los agresores acceder a sus víctimas de maneras que anteriormente no eran posibles. Además, la facilidad de acceso a información personal en internet facilita prácticas como el doxxing y el seguimiento no consentido, poniendo en riesgo la privacidad de las mujeres.
A pesar de estos desafíos, la tecnología también ofrece herramientas para combatir la violencia digital. Varias plataformas han implementado políticas de seguridad para proteger a sus usuarios, como herramientas para denunciar acoso o sistemas de moderación que identifican contenido abusivo. Sin embargo, la eficacia de estas herramientas depende en gran medida del compromiso de las empresas de tecnología para hacer cumplir estas políticas de manera consistente y eficaz.
En algunos países, la legislación no abarca adecuadamente los casos de ciberacoso o la difusión no consensuada de imágenes íntimas
La violencia digital plantea desafíos legales significativos, ya que muchas formas de abuso en línea no están claramente definidas en las leyes tradicionales. En algunos países, la legislación no abarca adecuadamente los casos de ciberacoso o la difusión no consensuada de imágenes íntimas, lo que deja a muchas víctimas sin opciones claras de recurso legal.
El informe destaca la necesidad de que los gobiernos implementen políticas y leyes específicas para abordar la violencia digital y proteger a las mujeres en el entorno en línea. Estas leyes deben incluir definiciones claras de los diferentes tipos de abuso digital, establecer penas para los agresores y ofrecer vías de apoyo y recursos para las víctimas.
Además, la cooperación entre gobiernos, organizaciones no gubernamentales y plataformas tecnológicas es fundamental para desarrollar soluciones efectivas. Las empresas de tecnología tienen una responsabilidad clave en la creación de entornos seguros y en la implementación de políticas que prevengan y mitiguen el abuso en sus plataformas.
En este contexto, la educación es un pilar fundamental en la lucha contra la violencia digital. El informe subraya la importancia de promover la alfabetización digital para que las mujeres puedan identificar y responder a situaciones de abuso en línea. Programas de concienciación y talleres pueden enseñar a las mujeres a proteger su información personal, a utilizar herramientas de privacidad y a denunciar el acoso en las plataformas digitales.
La educación en el ámbito digital es esencial para cambiar las normas culturales que perpetúan la violencia de género en línea
Asimismo, la educación en el ámbito digital también es esencial para cambiar las normas culturales que perpetúan la violencia de género en línea. La sociedad en su conjunto debe comprender que el abuso en línea es tan dañino como la violencia física o verbal y que sus efectos pueden ser igual de devastadores.
Garantizar que las mujeres puedan utilizar la tecnología sin temor al acoso o al abuso es fundamental para promover la igualdad y el respeto en el espacio digital.
Otra forma de daño es el monitoreo y seguimiento digital, donde se utiliza tecnología para rastrear la ubicación o vigilar lo que alguien dice y hace en línea. Esto se relaciona con el acceso no autorizado a dispositivos o cuentas de redes sociales, donde alguien entra en los sistemas personales de otra persona sin permiso. Además, se producen insultos discriminatorios, en los que se emplean términos despectivos de índole sexista o racista.
Un daño particularmente invasivo es la distribución no consensuada de imágenes íntimas sin el consentimiento de la persona involucrada
Un daño particularmente invasivo es la distribución no consensuada de imágenes íntimas, como fotos o videos de carácter sexual, sin el consentimiento de la persona involucrada. Este tipo de violencia se agrava con el acoso en red, en el que un grupo de personas se organiza para realizar ataques digitales coordinados. También está presente el acoso motivado por género, raza, orientación sexual, discapacidad, expresión de género u otros factores de marginalización.
El informe destaca, además, el envío de imágenes sexuales no deseadas como una experiencia común de violencia digital. En casos más extremos, el daño se extiende a la publicación de información de contacto o dirección de la persona sin su consentimiento, una práctica conocida como doxing. La difamación en línea también es un problema, donde se difunden mentiras sobre la persona afectada, y la suplantación de identidad, que implica la creación de cuentas falsas en nombre de la víctima.
Finalmente, muchos experimentan el contacto repetido de personas de quienes no desean recibir mensajes, intensificando el impacto de esta violencia digital en su bienestar emocional y su seguridad en línea. Estos tipos de daño ilustran la magnitud y variedad de la violencia facilitada por la tecnología, afectando especialmente a mujeres y a la comunidad LGBTQ+.