A veces cabe preguntarse si en vez de ir hacia adelante vamos hacia atrás o si la tecnología avanza mucho más rápido de lo que los humanos, empresas e instituciones somos capaces de asumir. Pero ante los casos que nos traen hoy estas líneas de opinión, es factible pensar si las dificultades tecnológicas que encontramos en nuestro quehacer digital surgen o se producen con malicia y son claramente intencionadas.
Suelo explicar a mis alumnos, nativos digitales que no expertos digitales, el concepto de discapacitado tecnológico; un término que escuché hace muuuuchos años, a un gran portavoz de Telefónica y que se utiliza para definir a aquellas personas que tienen grandes dificultades intelectuales y físicas para enfrentarse a la tecnología e incluso que no quieren hacerlo, que consideran que no tienen facultades para convivir con ella. Esa expresión me viene a la cabeza cuando, últimamente, veo personas mayores haciendo cola para comprar Letras del Tesoro, quejándose porque no pueden acceder a la administración electrónica o, sencillamente, porque ya no pueden gestionar sus ahorros en entidades que, a veces, olvidan que esas personas que piden atención presencial y que se quejan de no tener sucursales ni cajeros son SUS CLIENTES; clientes, que lo eran antes del boom tecnológico y que no tienen ninguna obligación de hacer cursos intensivos para el uso de máquinas, terminales, plataformas, chatbots, software especializado o servicios online.
Pero, en fin, los vemos en los informativos y pensamos… mayores. Nosotros también llegaremos a esa edad de oro en que viajaremos entre el paso de todo, el no puedo, el no soy viejo soy anciano y el vaya mundo el que dejo.
Sin embargo, estas semanas no han sido ni muchísimo menos los mayores sino público de todas las generaciones digitales los que han asistido estupefactos al caos, a la falta de lógica y a la imposición de los cambios contractuales de la más popular de las plataformas tecnológicas de contenido audiovisual: Netflix. La multinacional del entretenimiento estadounidense, que tiene más de 200 millones de suscriptores, en estos días es protagonista del desencanto y el enfado generalizado de la mayoría de sus clientes españoles y, hoy por hoy, no he visto ninguna organización de consumidores, ni siquiera las que presumen de la defensa del abuso virtual, dar un paso al frente. Alguno denunció una subida de precios abusiva; pero nada sobre los cambios recaudatorios impuestos.
Netflix ha decidido que una unidad familiar tiene que ser aquella que se conecta a una misma WiFi
Y es que en tiempos en que hablamos de nómadas digitales, de la evolución de la movilidad, de la cobertura rural y de 5G, Netflix ha decidido que una unidad familiar tiene que ser aquella que se conecta a una misma WiFi; es decir, en aquellas casas en que no hay WiFi porque nadie le ofrece una instalación fija y cada miembro de la familia se conecta con su propio móvil, la compañía entiende que no hay unidad familiar y que cada miembro debe tener una cuenta distinta; sin embargo un piso compartido, una vivienda vacacional con inquilinos que rotan o un colegio mayor sí les vale.
La multinacional ya no acepta que se pague una tarifa premium con cuatro accesos y que seas tú el que decida qué terminales pueden disfrutar de éstos; no. Es paradójico: si mi vecina, de la que me separa una pared, se conecta a mi red, puedo compartir mi servicio con ella, pero si mi hijo está trabajando o estudiando fuera, hay que pagarle una cuenta nueva y debe renunciar, además, a la calidad que le otorgaba la tarifa premium.
Encima te habla de transferir perfiles, de pagos adicionales, dando por supuesto que todo el mundo entiende lo que dicen y si no estás ligero en la respuesta, define por defecto el hogar principal: ¿y cuál elige? ¿Mi casa? ¿Mi segunda vivienda? ¿El apartamento de estudiantes compartido de un hijo? ¿La casa de esos padres mayores a los que le pagamos su entretenimiento? Ni siquiera se han molestado en dar la opción de definir usuarios de una misma línea telefónica, donde se suele encontrar el teléfono principal del hogar y los móviles asociados a ese número.
Quien no piensa en sus clientes no merece fidelidad
Pero tranquilidad, que, si se tienen dudas, se puede llamar al número que figura en su página. El tiempo medio de espera superaba estos días los 36 minutos y al cabo de dos te decía que llamaras en otro momento. Está claro, hay otras opciones: Amazon Prime, Disney+, HBO, Filmin… muchas plataformas que pueden dar este servicio y que esperamos no hayan olvidado todo eso de que el cliente debe estar en el centro o que el marketing conversacional se basa en escuchar a nuestro comprador objetivo. Quien no piensa en sus clientes no merece fidelidad.
Pero otra cosa ha llamado nuestra atención tecnológica estos días: el caos del Bono Cultural Joven; 400 euros que regala el Gobierno a quienes cumplieron 18 años en 2022 y cuyo fin es “adquirir y disfrutar de productos y servicios culturales: entradas para espectáculos de teatro, cine, música, danza, conciertos, festivales, exposiciones, museos, comprar libros, revistas, material audiovisual y videojuegos”. Sí, videojuegos y películas sin ningún tipo de limitación digamos, cultural por no ser mas explícitos. Y sí, sabemos que muchos utilizan el bono para revender los productos y sacarse un dinerillo, cosa que no debe extrañarnos. ¿No?
Pero lo que sí nos extraña, y mucho, son los muchísimos problemas que se han encontrado los jóvenes a la hora de solicitarlo, tramitarlo e incluso de subir los tickets para poder cobrar. Un auténtico despropósito o un sinfín de trabas para que el discurso político no se materialice en gasto excesivo.
Después de consultar a decenas de jóvenes nacidos en 2022, todos ellos con suficientes habilidades digitales como para defenderse en los tramites online, nos encontramos con los siguientes resultados:
¿De verdad estamos viviendo la cuarta revolución industrial mediante la cual esperamos que la denominada Sociedad de la Inteligencia llegue a su culmen? O es otro despropósito como tantos. ¡La tecnología no puede ser la barrera de un fraude!
He aquí un ejemplo de respuesta oficial a uno de esos jóvenes que tiene el Bono Cultural pero tiene problemas tecnológicos:
Estimado/a:
Le agradecemos el interés mostrado en el Bono Cultural Joven. A continuación intentaremos dar respuesta a su mensaje. En caso de que la información que le facilitamos no sea la que usted precisa, no dude en ponerse de nuevo en contacto con nosotros en la dirección: bcj@fnmt.es
En caso de realizar la subida de documentación a través de la aplicación móvil:
Si persiste el error indique navegador/versión, sistema operativo y adjunte captura de pantalla sin recortar del paso donde no puede avanzar.
Reciba un cordial saludo.