Estamos, sin lugar a duda, en un momento de la historia de la tecnología que podríamos denominar como una tormenta perfecta. Están ocurriendo diversos cambios tecnológicos que de forma individual ya supondrían un gran impacto en la sociedad y en la economía, pero que de forma combinada tienen un efecto radicalmente transformador.
Por un lado, la miniaturización de los sensores, la disminución de su precio en un orden de magnitud, y la reducción de su consumo energético, permiten ponerlos en cualquier ubicación, masivamente y con un TCO (Total Cost of Ownership) muy reducido. Esto hace posible “leer” la realidad en múltiples variables y por tanto digitalizarla de forma muy granular. La eclosión de tecnologías Edge (computación local) es otra muestra de este fenómeno.
Por otro lado, aparecen múltiples tecnologías de transmisión de datos, en redes públicas o privadas, que virtualmente nos permiten transmitir ingentes cantidades de información (de los sensores, por ejemplo) a un coste ínfimo y virtualmente en cualquier ubicación. Si añadimos las inminentes redes 5G SA (Stand Alone) también contamos con latencias ultra-bajas que nos permiten ubicar la computación allá donde queramos, en local o de forma centralizada.
"Las nuevas plataformas cloud nos habilitan capacidades de computación y almacenamiento virtualmente ilimitadas"
Adicionalmente, las nuevas plataformas cloud nos habilitan capacidades de computación y almacenamiento virtualmente ilimitadas, todo ello de una forma ultra-flexible en modo de pago por uso. Cuando sobre ella desplegamos tecnología de Analytics o de AI empezamos a cerrar el círculo, porque toda esa “maraña” de datos estructurados y desestructurados que nos hemos traído del mundo físico somos capaces de destilarlos en información accionable. Más aún cuando somos capaces de añadir diversas capas de datos colaterales de fuentes privadas y abiertas (tiempo, tráfico, flujos de personas, etc.) para contextualizar la información y “entender” lo que de verdad está pasando.
Hasta aquí hemos recorrido la primera parte del círculo Phygital, de lo físico a lo digital, pero también somos capaces de recorrer la otra media mitad, de lo digital a lo físico, dado que gracias a esas mismas redes de telecomunicaciones volvemos al mundo real para actuar en él. En algunos casos para activar “actuadores” en procesos industriales, de transporte u otros donde necesitemos respuestas automáticas, pero en otros para volver a las personas, de las que extrajimos información de su periferia física y ahora, mediante su smartphone, nos podemos comunicar con ellas, 365x24, en cualquier lugar y de forma absolutamente personalizada para darles consejos, sugerencias o instrucciones.
Y este ciclo se repite de forma recurrente y permanente para cambiar radicalmente y para siempre la forma en la que interactuamos con nuestro entorno. Si bien, para que todo ello ocurra, es necesario evitar numerosos show stoppers.
Con todo, en mi opinión las oportunidades son mucho mayores a los retos, por lo que perderíamos como país una gran oportunidad de transformar la sociedad y la economía si no actuamos decididamente y de forma inmediata. Otros ya lo están haciendo…
Autor: Miguel Ángel González San Román, Business Development Director de la división de Phygital en Minsait (Indra)