En 2014, la mayor empresa de lucha libre en el mundo decidió lanzar la Network como forma principal de visionado de sus eventos especiales. Ahora, seis años después, la empresa ha mostrado sus primeras discrepancias públicas ante este modelo.
Durante la previa al evento más importante del año, Wrestlemania, celebrado sin público debido a la crisis del coronavirus, Corey Graves, empleado del equipo de comentaristas, anunció que el evento podría verse en otras plataformas, como Fite TV o las plataformas de pago por visión convencionales; algo que no sucedía desde 2014, pues durante este periodo, la WWE Network siempre había sido tratada como la única opción viable para disfrutar de los contenidos más importantes de la empresa.
En un microcosmos tan controlado como el de esta empresa, en el que su propietario, el excéntrico multimillonario Vince McMahon, prohíbe palabras como “cinturón” y “wrestling” sin motivo aparente, se presenta como el mayor villano de las historias presentadas por su compañía y basa su estrategia en asfixiar económicamente a su competencia, cualquier mínimo gesto significa un mundo. A este gesto se le suman el despido en enero de George Barrios y Michelle Wilson, números dos y tres de WWE durante los dos últimos años, solo por debajo de McMahon, y los principales impulsores del modelo multiplataforma cuya cabeza es la plataforma de streaming.
La WWE es el líder indiscutible de esta particular industria y, a pesar de que el nacimiento en 2019 de All Elite Wrestling ha aportado para los aficionados y luchadores una alternativa viable ante las malas prácticas de World Wrestling Entertainment, esta empresa sigue en la cima debido a su fuerte estructura económica.
Después de los rumores sobre la Network y su posible adquisición por parte de Netflix o Disney+, la posición de la multiplataforma y los contratos televisivos serán uno de los puntos más interesantes a monitorizar después de la apertura de estos rumores.